I only needed a memorie to feel you next to me. Actually, inside me. Damn butterflies...
You're always in my mind. Don't need so much to think of you...
And what about your words? What about letting me know I'm important to you? What about seeing me in your future? What about saying me that you love me or you like me?
But... the most important... I love you, don't know if more than you love me, but I don't care. We love each other. And we want to spend time together, as much as possible.
You're so special for me. You did me start other book in my life. And I can say that it's beeing the best book I've ever read. I only need a photo, a memorie or just a sweet word to smile thinking of you. You appeared almost seven months ago, and every day, I feel so lucky because of having you next to me. Thank you, dear.
Wanna enjoy time with you. Wanna make plans with you. Wanna live good and bad things together. Wanna love you for lots of days.
Don't let me go. Cause' I'm not going to let you go.
Porque nunca sabes si eres feliz completamente. Porque siempre crees que faltará algo. Porque solo percibes simples reflejos de lo que tu felicidad puede llegar a ser...
viernes, 18 de abril de 2014
sábado, 15 de marzo de 2014
"¿Con qué te quedas del viaje? [...]
[...] Me quedo con las ganas de repetir experiencia contigo"
¿Quién impuso que París es la ciudad del amor? ¿O Roma? ¿Por qué? ¿Por la Torre Eiffel? ¿Por todas las parejas enamoradas que cierran un candado en el Puente Milvio como señal de eternidad? Permitidme discrepar.
La ciudad del amor es aquella en la que estás con esa persona. Ciudad que habéis dejado os envuelva con la magia que recorre sus calles, sus parajes más escondidos o sus atardeceres que reflejan en el mar. Ciudad que puede ser más o menos bonita, pero sabes que recorrerla cogida de la mano de esa persona es más que suficiente.
Barcelona es preciosa. Volvería encantada las veces que fuesen necesarias, queda mucho por descubrir allí. Pero mi primera vez allí fue contigo. Simplemente maravilloso. Encontramos todo cuanto queríamos, incluso aquel balcón que nos traía por la calle de la amargura. Esa calle tendrá a partir de ahora más significado para nosotros. Carrer del Bisbe.
Barcelona es, ahora mismo, mi ciudad del amor.
¿Quién impuso que París es la ciudad del amor? ¿O Roma? ¿Por qué? ¿Por la Torre Eiffel? ¿Por todas las parejas enamoradas que cierran un candado en el Puente Milvio como señal de eternidad? Permitidme discrepar.
La ciudad del amor es aquella en la que estás con esa persona. Ciudad que habéis dejado os envuelva con la magia que recorre sus calles, sus parajes más escondidos o sus atardeceres que reflejan en el mar. Ciudad que puede ser más o menos bonita, pero sabes que recorrerla cogida de la mano de esa persona es más que suficiente.
Barcelona es preciosa. Volvería encantada las veces que fuesen necesarias, queda mucho por descubrir allí. Pero mi primera vez allí fue contigo. Simplemente maravilloso. Encontramos todo cuanto queríamos, incluso aquel balcón que nos traía por la calle de la amargura. Esa calle tendrá a partir de ahora más significado para nosotros. Carrer del Bisbe.
Barcelona es, ahora mismo, mi ciudad del amor.
sábado, 15 de febrero de 2014
No me sueltes
Por
favor. Si necesitas huir, hazlo. No soy nadie para impedírtelo. Pero llévate
algo de mí, algo que te permita volver a mí: un recuerdo, un regalo, una prenda
de ropa, una foto. Lo que sea. Pero vuelve. Llévate algo y así notaré que no
quieres soltarme. Porque cuando quieres olvidarte de alguien, todo sobra, nada
se echa en falta. Quiero que necesites algo mío cuando decidas huir. Eso me
dice que es una huida temporal, porque si quisieras deshacerte de mí, no
querrías nada mío, ni un último abrazo, ni un último beso. Porque para nosotros
de momento eso no existe: de momento existen las próximas veces.
Eso
también me es suficiente. La próxima vez. El plan futuro. El ansia del
reencuentro. El abrazo tras el mismo. El beso posterior. La mirada penetrante
con sonrisa incluida. El suspiro que lleva más sentimiento que la declaración
más romántica posible.
No
me sueltes, por favor. Al menos de momento. No quiero que lo hagas. Ahora me
imagino demasiadas cosas contigo. Y soy de esas personas a la que no les gustan
que le rompan los esquemas. Y como tú eres el que ha decidido entrometerse en
mi vida, yo decido cuándo puedes soltarme. Así que ahora no, lo siento.
No
me sueltes. No quiero que lo hagas. Me da miedo perderte. No volver a verte. Solo
de pensarlo me dan ganas de llorar. No sé lo que es estar enamorada. No creo
que se sepa. Hay diversas manifestaciones clínicas que pueden indicarnos el nivel
de enchochamiento en el que nos encontramos. Pero saber si estamos enamorados o
no es bastante complicado. ¿Cuáles son los ítems a tener en cuenta? Repito, yo
no sé si estoy enamorada de ti. Sin embargo, me tienes loca, enganchada. E incluso
he llorado por ti. Por miedo a perderte. Por miedo a no encontrarme en tus
planes. Por miedo a tener que romper la magia que nos rodea. Y eso, como
mínimo, es amor. Y eso, ahora mismo, me es suficiente. Básicamente porque nos
une tanto que hace que no me sueltes.
domingo, 2 de febrero de 2014
Te quiero
Si el sentimiento es verdadero, las palabras sobran. Tus actos te delatan. Muchas personas necesitan palabras. Yo no. Siempre he dicho que contigo no eran necesarias, que lo que sentías por mí, desde el primer momento, lo veía en tus ojos. En tu forma de mirarme, en tu forma de besarme, en tu forma de abrazarme, en tu forma de hacerme feliz, en tu forma de llevarme al lado más perverso del infierno. Y no siempre ha sido amor, al principio íbamos palpando cuales desconocidos. Así deben ser los comienzos. Poco a poco, a fuego lento, sin prisa pero sin pausa. Y lo más importante, que no hagan falta palabras, que solo sirvan como complemento a lo que ya se ve.
Y he de decir que como complemento son las mejores. Una guarnición deliciosa y exquisita. Porque ante todo ves ese sentimiento. Que avanza, que nos remueve. Que no nos hemos quedado anclados en ese comienzo. Que esto ha ido progresando y a pasos de gigante. Sin darnos apenas cuenta. Y es entonces, cuando a ese sentimiento tan puro, le acompaña la palabra. En concreto dos: "Te quiero".
Un "Te quiero" a la luz de las velas. Un "Te quiero" con música celta de fondo. Un "Te quiero" con el estómago lleno y sin mucho alcohol de por medio, tan solo una flor suiza en forma de cerveza austriaca. Un "Te quiero" inesperado. Y lo mejor de todo, de lo que muchos libros hablan en sus novelas, un "Te quiero" acompañado de una sensación indescriptible por todo tu cuerpo. No sabes si ha sido calor o si ha sido un escalofrío. Tal vez una mezcla de ambos. Pero esa sensación es maravillosa. Un "Te quiero" acompañado del mejor beso, beso durante el que intentas volver a poner los pies en la tierra. ¿Poner los pies en la tierra para qué? Sencillo. Para mirarte a los ojos y corresponderte esas palabras tan sencillas y, verdaderas a la vez.
Por esto, unas buenas palabras, acompañadas de una mejor acción, son sencillamente increíbles.
sábado, 25 de enero de 2014
Alejar la vista un poco del ahora
Cuando pienso en mi futura casa no me la imagino repleta de fotos que enmarcan bodas o bautizos. No la visualizo con mis hijos jugueteando por el jardín, peleando entre ellos y gritando: "mamá me ha quitado mi juguete!!!" NO! Por dios! Ni quiero imaginármelo. Estaría loca si con tan solo 21 años ya pensara en eso. Pero permitidme deciros una cosa. Sí pienso en mi futura casa.
Tendría un jardín con una huerta para que parte de mi alimentación fuera cosecha propia, como a mi padre le gusta. El porche trasero estaría conectado al jardín con unas escaleras perfectas para sentarse por la noche a ver las estrellas. Además, tendría una buena piscina y una mejor barbacoa. Desde pequeña he imaginado a mi círculo más cercano decir: "este finde, a la casa de Edel".
El interior me es indiferente. Salvo dos detalles.
Quiero grandes cristaleras en las habitaciones, como mi madre adora. Que al levantar las persianas entre toda la luz posible, bien sea de día o de noche. Que puedas mirar a través de ellas y sientas casi la realidad del otro lado. Que al abrirlas, seas capaz de perderte en las preciosas vistas. De esas ahora hablamos.
Y también quiero una biblioteca. Pero no una como las de las películas: lujosas, enormes y con más polvo que huellas dactilares en sus portadas y páginas. Una habitación pequeña donde encuentre dos estanterías repletas. Los típicos libros que no te cansas de leer. Libros que has elegido tus favoritos por la capacidad que tienen de abstraerte del mundo. Porque un libro que es capaz de llevarme a sus historias, de hacérmelas sentir y vivir, se merece un lugar en mi biblioteca. Tampoco pueden faltar los clásicos, los que todo el mundo conoce. Los que debes leer antes de morir por simple cultura. Un sillón cómodo y suficiente luz. El tiempo lo ponemos nosotros. ¡Ah! Y algunos folios en blanco con un lápiz a mano, por favor. Adoro apuntar frases que me emocionan. Me gustan las palabras con significado. Y estoy segura de que en esos libros encontraré demasiadas. Y es entonces cuando necesitaré papel. Mi memoria es limitada.
Con respecto a las vistas no me termino de convencer. Tengo claro que campo o playa. Pero ambos entornos me producen sensaciones totalmente diversas y, a la vez, magníficas. Son lugares normalmente solitarios. Lugares donde puedes ir tu solo y sentirte completamente acompañado. Porque aunque no lo creas, hay veces que la mejor compañía es el pensamiento. Todo lo que reside en él.
Cuando estoy en el campo o en la playa me siento libre. Libre de hacer lo que quiera. Libre. No necesito más adjetivos. Libre es más que suficiente.
El sonido de las olas del mar me fascina, me enamora. Soy incapaz de quitar la vista de las olas, del agua llegando a la orilla, de los pájaros revoloteando entre las nubes, del sol cegador a las 8 de la mañana. Tener esas vistas a todas horas es sinónimo de sonrisa permanente en mi cara. Y una sonrisa es sinónimo de felicidad.
Son lugares a los que puedes escapar cuando el mundo te atrape. Porque aunque me imagine esta casa fantástica, también pertenezco al mundo. Mundo en el que las prisas y las carreras contrarreloj son protagonistas. Mundo en el que detalles insignificantes como una cerveza junto a la persona que elijas, carecen de significado. Mundo en el que no nos movemos por lo que sentimos, sino por lo que vemos en el resto. Si no fuera así, existiría más gente dispuesta a hacer lo que el corazón le dictara. Si no, explícame por qué la mayoría de personas se imagina su vida en matrimonio, con hijos y un trabajo estable. Pura tradición. Hay tradiciones que deben perdurar, como el chocolate y el roscón con nata propios del Día de Reyes. Pero lo que todo el mundo sigue ha dejado de ser ya una tradición. Ha pasado a ser una atadura. Nos sentimos obligados a hacerlo. Pero yo me niego. Quiero hacer lo que me haga feliz, porque es lo que pienso hacer durante el resto de mi vida.
Si algún día consigo esta casa, pellizcadme, posiblemente sea un sueño. O no, también puede ser realidad. Por qué no imaginarme en los ventanales apoyada con una taza de café mientras el sol sale. Por qué no verme tumbada en el salón admirando las llamas de la chimenea. Oyendo el crepitar de las llamas. Qué mejor música que esa. Por qué no pensar en una reunión de amigos en el porche. Unas buenas cervezas, un buen menú, unas buenas risas y una mejor compañía. Un buen baño en la piscina cuando el calor sofocante nos gane la partida. Por qué no visualizarme en esa biblioteca a las 12 de la noche. El insomnio de protagonista y la luz de la lámpara como compañía de una noche oscura. Estrellas. Estrellas en el jardín que se abren paso gracias a la poca contaminación lumínica de los parajes aislados.
Mejor no sigo imaginando. Mejor me lo planteo como proyecto de futuro. Al igual que viajar y recorrerme el mundo. Porque estamos hechos de pedacitos de personas. Y esas personas están por todas partes.
Tendría un jardín con una huerta para que parte de mi alimentación fuera cosecha propia, como a mi padre le gusta. El porche trasero estaría conectado al jardín con unas escaleras perfectas para sentarse por la noche a ver las estrellas. Además, tendría una buena piscina y una mejor barbacoa. Desde pequeña he imaginado a mi círculo más cercano decir: "este finde, a la casa de Edel".
El interior me es indiferente. Salvo dos detalles.
Quiero grandes cristaleras en las habitaciones, como mi madre adora. Que al levantar las persianas entre toda la luz posible, bien sea de día o de noche. Que puedas mirar a través de ellas y sientas casi la realidad del otro lado. Que al abrirlas, seas capaz de perderte en las preciosas vistas. De esas ahora hablamos.
Y también quiero una biblioteca. Pero no una como las de las películas: lujosas, enormes y con más polvo que huellas dactilares en sus portadas y páginas. Una habitación pequeña donde encuentre dos estanterías repletas. Los típicos libros que no te cansas de leer. Libros que has elegido tus favoritos por la capacidad que tienen de abstraerte del mundo. Porque un libro que es capaz de llevarme a sus historias, de hacérmelas sentir y vivir, se merece un lugar en mi biblioteca. Tampoco pueden faltar los clásicos, los que todo el mundo conoce. Los que debes leer antes de morir por simple cultura. Un sillón cómodo y suficiente luz. El tiempo lo ponemos nosotros. ¡Ah! Y algunos folios en blanco con un lápiz a mano, por favor. Adoro apuntar frases que me emocionan. Me gustan las palabras con significado. Y estoy segura de que en esos libros encontraré demasiadas. Y es entonces cuando necesitaré papel. Mi memoria es limitada.
Con respecto a las vistas no me termino de convencer. Tengo claro que campo o playa. Pero ambos entornos me producen sensaciones totalmente diversas y, a la vez, magníficas. Son lugares normalmente solitarios. Lugares donde puedes ir tu solo y sentirte completamente acompañado. Porque aunque no lo creas, hay veces que la mejor compañía es el pensamiento. Todo lo que reside en él.
Cuando estoy en el campo o en la playa me siento libre. Libre de hacer lo que quiera. Libre. No necesito más adjetivos. Libre es más que suficiente.
El sonido de las olas del mar me fascina, me enamora. Soy incapaz de quitar la vista de las olas, del agua llegando a la orilla, de los pájaros revoloteando entre las nubes, del sol cegador a las 8 de la mañana. Tener esas vistas a todas horas es sinónimo de sonrisa permanente en mi cara. Y una sonrisa es sinónimo de felicidad.
Son lugares a los que puedes escapar cuando el mundo te atrape. Porque aunque me imagine esta casa fantástica, también pertenezco al mundo. Mundo en el que las prisas y las carreras contrarreloj son protagonistas. Mundo en el que detalles insignificantes como una cerveza junto a la persona que elijas, carecen de significado. Mundo en el que no nos movemos por lo que sentimos, sino por lo que vemos en el resto. Si no fuera así, existiría más gente dispuesta a hacer lo que el corazón le dictara. Si no, explícame por qué la mayoría de personas se imagina su vida en matrimonio, con hijos y un trabajo estable. Pura tradición. Hay tradiciones que deben perdurar, como el chocolate y el roscón con nata propios del Día de Reyes. Pero lo que todo el mundo sigue ha dejado de ser ya una tradición. Ha pasado a ser una atadura. Nos sentimos obligados a hacerlo. Pero yo me niego. Quiero hacer lo que me haga feliz, porque es lo que pienso hacer durante el resto de mi vida.
Si algún día consigo esta casa, pellizcadme, posiblemente sea un sueño. O no, también puede ser realidad. Por qué no imaginarme en los ventanales apoyada con una taza de café mientras el sol sale. Por qué no verme tumbada en el salón admirando las llamas de la chimenea. Oyendo el crepitar de las llamas. Qué mejor música que esa. Por qué no pensar en una reunión de amigos en el porche. Unas buenas cervezas, un buen menú, unas buenas risas y una mejor compañía. Un buen baño en la piscina cuando el calor sofocante nos gane la partida. Por qué no visualizarme en esa biblioteca a las 12 de la noche. El insomnio de protagonista y la luz de la lámpara como compañía de una noche oscura. Estrellas. Estrellas en el jardín que se abren paso gracias a la poca contaminación lumínica de los parajes aislados.
Mejor no sigo imaginando. Mejor me lo planteo como proyecto de futuro. Al igual que viajar y recorrerme el mundo. Porque estamos hechos de pedacitos de personas. Y esas personas están por todas partes.
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