domingo, 2 de febrero de 2014

Te quiero

Si el sentimiento es verdadero, las palabras sobran. Tus actos te delatan. Muchas personas necesitan palabras. Yo no. Siempre he dicho que contigo no eran necesarias, que lo que sentías por mí, desde el primer momento, lo veía en tus ojos. En tu forma de mirarme, en tu forma de besarme, en tu forma de abrazarme, en tu forma de hacerme feliz, en tu forma de llevarme al lado más perverso del infierno. Y no siempre ha sido amor, al principio íbamos palpando cuales desconocidos. Así deben ser los comienzos. Poco a poco, a fuego lento, sin prisa pero sin pausa. Y lo más importante, que no hagan falta palabras, que solo sirvan como complemento a lo que ya se ve.

Y he de decir que como complemento son las mejores. Una guarnición deliciosa y exquisita. Porque ante todo ves ese sentimiento. Que avanza, que nos remueve. Que no nos hemos quedado anclados en ese comienzo. Que esto ha ido progresando y a pasos de gigante. Sin darnos apenas cuenta. Y es entonces, cuando a ese sentimiento tan puro, le acompaña la palabra. En concreto dos: "Te quiero". 

Un "Te quiero" a la luz de las velas. Un "Te quiero" con música celta de fondo. Un "Te quiero" con el estómago lleno y sin mucho alcohol de por medio, tan solo una flor suiza en forma de cerveza austriaca. Un "Te quiero" inesperado. Y lo mejor de todo, de lo que muchos libros hablan en sus novelas, un "Te quiero" acompañado de una sensación indescriptible por todo tu cuerpo. No sabes si ha sido calor o si ha sido un escalofrío. Tal vez una mezcla de ambos. Pero esa sensación es maravillosa. Un "Te quiero" acompañado del mejor beso, beso durante el que intentas volver a poner los pies en la tierra. ¿Poner los pies en la tierra para qué? Sencillo. Para mirarte a los ojos y corresponderte esas palabras tan sencillas y, verdaderas a la vez. 

Por esto, unas buenas palabras, acompañadas de una mejor acción, son sencillamente increíbles. 

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