Por
favor. Si necesitas huir, hazlo. No soy nadie para impedírtelo. Pero llévate
algo de mí, algo que te permita volver a mí: un recuerdo, un regalo, una prenda
de ropa, una foto. Lo que sea. Pero vuelve. Llévate algo y así notaré que no
quieres soltarme. Porque cuando quieres olvidarte de alguien, todo sobra, nada
se echa en falta. Quiero que necesites algo mío cuando decidas huir. Eso me
dice que es una huida temporal, porque si quisieras deshacerte de mí, no
querrías nada mío, ni un último abrazo, ni un último beso. Porque para nosotros
de momento eso no existe: de momento existen las próximas veces.
Eso
también me es suficiente. La próxima vez. El plan futuro. El ansia del
reencuentro. El abrazo tras el mismo. El beso posterior. La mirada penetrante
con sonrisa incluida. El suspiro que lleva más sentimiento que la declaración
más romántica posible.
No
me sueltes, por favor. Al menos de momento. No quiero que lo hagas. Ahora me
imagino demasiadas cosas contigo. Y soy de esas personas a la que no les gustan
que le rompan los esquemas. Y como tú eres el que ha decidido entrometerse en
mi vida, yo decido cuándo puedes soltarme. Así que ahora no, lo siento.
No
me sueltes. No quiero que lo hagas. Me da miedo perderte. No volver a verte. Solo
de pensarlo me dan ganas de llorar. No sé lo que es estar enamorada. No creo
que se sepa. Hay diversas manifestaciones clínicas que pueden indicarnos el nivel
de enchochamiento en el que nos encontramos. Pero saber si estamos enamorados o
no es bastante complicado. ¿Cuáles son los ítems a tener en cuenta? Repito, yo
no sé si estoy enamorada de ti. Sin embargo, me tienes loca, enganchada. E incluso
he llorado por ti. Por miedo a perderte. Por miedo a no encontrarme en tus
planes. Por miedo a tener que romper la magia que nos rodea. Y eso, como
mínimo, es amor. Y eso, ahora mismo, me es suficiente. Básicamente porque nos
une tanto que hace que no me sueltes.