Y así. Te lo ganaste. Sólo pedía comprensión e incluso algo de sensibilidad. No encontré ninguna de las dos partes. Entendía perfectamente todo lo que me estabas diciendo, yo también lo pienso. Pero hay veces, que las partes más racionales piden a gritos golpes de irracionalidad. ¿O es que acaso la locura no alimenta? ¿O es que la cordura a secas no aburre? Todo lo que me soltabas era cordura, pero yo quería esa irracionalidad, esa locura, esa incomprensión. Entonces lo supe. Dos personas saben qué darse en el momento adecuado. Por mucho que la cordura mande y deba ser el motor de nuestros actos, la locura ejerce un papel, aunque no protagonista, bastante importante en nuestras vidas. Si alguien te pide irracionalidad, dásela. No cuesta nada. Mantén la cordura siempre a flote, siempre. Con los pies en la tierra. Sin embargo, pienso, que si una persona realmente considera que necesita unas chispas de locura, ¿por qué no dársela? ¿Acaso no tienen derecho a una llamada telefónica los detenidos?
Yo sabía toda la parte de cordura de esta historia. Pero por unos momentos quería esa electricidad de la irracionalidad, realmente creo que me la merezco. Y tú te empeñabas en no dármela a pesar de saber que la necesitaba. Y, es entonces cuando me paré a pensar.
No te quiero en mi vida de nuevo. Me has hecho muy feliz. Gracias, de verdad. Pero, sinceramente, creo que mis ganas de estar contigo eran pura obsesión, y, por desgracia, ésta sí que no deja ver a la cordura de ninguna forma. Lo nuestro no era la mezcla perfecta de locura y racionalidad. Lo nuestro era mi obsesión. La obsesión que crean esas historias que no llegan a ningún puerto en su día y al acabo del tiempo te acaban preguntando: "¿Qué hubiera pasado si...?" Pero con este escrito quiero darme cuenta de que a pesar de aquel error, tuvimos unas cuantas oportunidades de demostrarnos a nosotros mismos que aún había algo por lo que luchar. Porque echábamos la culpa al destino. Porque nos escondíamos tras la frase "Si se tienen que encontrar, ya lo harán". Sin embargo, si algo he aprendido de todo esto es que si dos personas quieren pueden. Pueden darse esa irracionalidad necesaria en momentos en los que la cordura se está apropiando 100% del papel.
Sí, podía confiar en ti. Podía contarte mis cosas. Eso es muy valioso. Pero en esos relatos yo gritaba la necesidad de locura, de incomprensión. Y tú, no sabías darme eso. No querías mejor dicho. Siempre lo que decías debía ser lo correcto aunque yo necesitara otra cosa.
He aquí mi conclusión. Gracias por todo lo que me diste. Fue muy bonito, a la par de doloroso. Gracias por toda la cordura, me ha alimentado bastante. Pero de obsesiones no se vive, y eso era lo nuestro. Estuvimos más cerca que nunca y el querer se sobrepuso al poder en tan solo 2 días. Así que eso es todo. Todos los libros se acaban, incluso los más largos. Las sagas también lo hacen, al igual que las películas. O como nosotros haremos algún día. Todo tiene un final. El nuestro debería haber llegado hace mucho tiempo, o no, tal vez esto sea lo correcto. Pero Edel, por favor, convéncete de que aunque él vuelva, no es bueno para ti. Porque esas mariposas que hay en el estómago no son reflejo de locura, ni de felicidad. Son reflejos de obsesión. Son reflejos de "Vamos a comprobar qué hubiera pasado si esto hubiera comenzado bien". ¡NO EDEL! Se acabó. 1 de Agosto de 2013... SE ACABÓ. Aunque vuelva, aunque te conquiste... NO TE DEJES, hazte ese favor. Lee esto las veces necesarias. Tú quieres alguien que se alegre cuando le cuentes que tu hermano se quiere poner tu primer apellido. Porque eso te hace feliz. Porque realmente sabes que es una gilipollez que un niño de 10 años sepa la importancia de ese acto. Pero te da igual, quieres alguien que te diga: "me alegro muchísimo". Con esto no quiero decir que quiero una marioneta. NO. PARA NADA. Solo quieres alguien que realmente sepa consentirte de vez en cuando esos caprichos de locura que se te antojan cada cierto tiempo.
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